sábado, 18 de septiembre de 2010

domingo, 5 de septiembre de 2010

San Francisco

No hace falta que me digáis eso de que perdeis la cabeza por eso de que sus caderas, ya sé de sobra que tiene esa sonrisa, esas maneras, y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da. Pero además la he visto seria, ser ella misma, y en serio que eso no se puede escribir en un poema. Por eso, eso que me cuentas de que mírala como bebe las cervezas y como se revuelve sobre las baldosas y qué fácil parece a veces enamorarse. Todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo de seguir vivo. Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre. Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que ella aparezca de golpe y de frente para decirte venga hazte un peta y me lo cuentas. No sabes lo que es despertarte y que ella se retuerza y bostece; luego te abrace y luego no sepas como deshacerte de todo el mundo. Así que supondras que yo soy el primero que entiende que pierdas las cabeza por sus piernas y el sentido por sus palabras y los huevos por un mínimo roce de mejilla. Que las suspicacias, los disimulos cuando su culo pasa, las incomodidades de orgullo que pueda provocarte son algo con lo que ya cuento. Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada, que hace tiempo que escribo los mios. Que yo también la veo y cuando ella cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo. Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior. Que conozco su voz en formato susurro, en formato gemido y en formato secreto. Que me sé sus cicatrices y el sitio que le tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ria. No solo conozco su última pesadilla, también las mil anteriores. Ya sé que no tengo cojones a decirle que no a nada porque tengo mas deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna. Y mira qué tontos enamorados en este mundo. Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella. Que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos.
La he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana. No me hablen de paisajes sino han visto su cuerpo. Que te entiendo, que yo escribo sobre lo mismo, sobre la misma, que razones tenemos todos, pero yo; muchas más que vosotros.


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